Sentir de nuevo esa certeza, donde las cosas funcionan y se ordenan en su desbarajuste; el pasado, la nostalgia, la verdad.
Colores agitados envuelven formas cortantes que se deslizan por el plano. Un cuerpo vibrante que fácilmente podría sobrepasar los extremos de la pintura.
Para Agus, esa verdad es todo un ciclo natural intensificado en una imagen. Una danza, una ceremonia que protagonizan fieras sobre un jardín sustentado a las profundidades del bosque montañés. Inmediaciones que sobrevuelan gavilanes y buitres, mientras, jabatos, zorros y lobos juegan a sobrevivir y corren en distintas direcciones, un ciervo se cruza deslumbrando sus miradas.
El espacio y las formas se sintetizan convirtiendo todo ese ambiente complejo en un pictograma atemporal.
Las escenas más soñadas y más reales de la sierra salvaje son pintadas por el impulso de “lo flamenco” y “lo cotidiano”.
Gabriel Camino.