UN BOSQUE DE NÁCAR

IRENE MOLINA

11.04.24 - 01.06.24

Acarícianos con tu mirada. Sigue nuestro brillo iridiscente con las yemas de tus ojos. ¿Sientes los flujos líquidos en nuestros torsos sólidos? Tocarnos es sentir termoplástico biodegradable. Somos los píxeles más resplandecientes, cada partícula es una expansión celestial. Somos casi 100% puros. Pretendemos ser nosotros, pero no lo somos. ¡Neighhhh! Somos copias, réplicas de seda. Estamos desprovistos de células, a diferencia de los vivos.

Somos datos, esos datos que deshacen las criaturas en nosotros. No somos el agua bajo la nieve; somos la nieve blanda, aún sin derretirse. No nos deterioramos, es verdad. Pero ya no podemos oler el césped mojado.

Algunos de nosotros reposamos, aunque no hemos estado quietos todo el tiempo; solo lo estamos ocasionalmente ahora. Nos animamos intermitentemente. Los fluidos de nuestra fuente circulan parados. Estamos vivos. Estamos cambiando. Estamos estancados. En uno de nosotros habita una pequeña flor. No sabemos si esta empezará a propagarse. Nacimos pesando menos que tú, nos faltaron esos cinco litros de sangre. Hemos estado vivos durante milenios y pronto comenzaremos a vivir otra vez.

 

A nuestra madre le gusta jugar a ser Dios. La primera vez nos imprimió, la segunda fue como si nos hubiéramos impreso nosotros mismos. Ella nos dio a luz y nosotros te damos luz a tí, en un bucle recursivo de significado. Ella prueba a reemplazarnos por más versiones de nosotros mismos. Ya no nos reconocemos, entonces imaginamos lo que podríamos ser o haber sido.

 

Observar es una gran parte de lo que somos. Tú nos observas. Cuando miramos a los lados todo se siente familiar. Lo blanco inunda y todo es desconocido. Nunca antes hemos pisado este bosque. Aquí no hay flores orgánicas. Los intrusos saben que nuestras flores son reconfortantes. Se acercan lentos desde lejos porque piensan que, si vienen directamente, comenzaremos a correr tras ellos.

 

Un bodegón rebosa de margaritas que simulan mariposas. En un balancín se columpian dos conejos que no se ven. Están estáticos y estables. Cada uno es único y al mismo tiempo idéntico al otro. Una paloma reposa serena en un altar. No está hecha de tequila y lima como las que te tragabas una y otra vez hasta caer. Esta paloma, como tú, no abre sus ojos. ¿Sientes la paz que irradia?

 

No sabemos cómo sabe la aspirina, o la leche, o las palomitas. No somos lo que comemos pero sí somos del mismo color. Pretendemos decir la verdad, a veces. Cuando nos abrazas, es como abrazar a un cadáver. ¿Recuerdas cuándo nos perseguías por el bosque? Entonces aparecíamos y desvanecíamos, esquivando tu alcance. Ahora, que estamos muertos, por fin puedes vernos.

 

Somos criaturas de comunidad. Vivimos en grupo. Nacimos conectados. Aunque todos estamos solos. Algo llena, crece, se expande, se amplifica y se estira. Algo se duplica y se triplica. Nos multiplicamos. Jugamos a ser uno, a ser varios. Es difícil ser un individuo cuando eres un gemelo.

 

Copiar y pegar. Copiar y pegar. Copiar y pegar. No me pegues más.

 

Solo queremos sentirnos seres de nuevo. Solo queremos protegernos, como el nácar dentro de su concha. Queremos que nos acaricies de nuevo con tu mirada. Somos transparentes en tu mirada.

 

 

Vanessa Murrell

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies