Pesadilla Barroca
30/01 – 27/02
30/01 – 27/02
Si adentrarse en el Barroco implica una serie de complejidades derivadas de sus muchos matices y parámetros o de las diferencias suscitadas dentro de sus escuelas, hacerlo en la segunda déca- da del siglo XXI, implica otras complejidades mayores, entre ellas, solventar los sesgos superficia- les ocasionados por la propia historia del arte. Lo cierto es que Miguel Scheroff (1988, Navas de Tolosa, Jaén) y Francesc Rosselló (1994, Mallorca) en “Pesadilla Barroca”, más que permanecer en el umbral del abismo de “lo barroco” en una actitud reflexiva o analítica, se lanzan a ese abismo, llegando a su más honda esencia con una clara intención: articular el Barroco bajo una inapela- ble contemporaneidad.
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Antonio Gramsci
Es probable que la ya célebre frase de Gramsci se haya utilizado en demasiadas ocasiones fuera de su contexto original (el nacimiento del fascismo italiano), no obstante, merece la pena aludir a ella en relación con el tema nos atañe, no sólo por lo que dice, sino por lo que representa. El Barroco es fruto de una crisis estructural en Europa, las diferentes guerras, la Reforma Protes- tante y Contrarreforma Católica, los periodos de hambruna, las crisis agrarias y las pandemias (entre otras tantas), hacen del s. XVII un período de transformaciones sustanciales (lo que evoca directamente a la frase de Antonio Gramsci).
Así, de este tiempo convulso surge un elemento que hace del Barroco un estilo subversivo res- pecto a toda la historia del arte anterior: una aceptación sin fisuras de la convivencia entre luz y oscuridad (entendiendo esto más allá de lo puramente matérico). Los ideales manieristas y re- nacentistas son derribados para dar paso a una realidad pictórica más impetuosa, donde la ges- tualidad se vuelve expresiva, vehemente, en cohesión con una atmósfera mucho más dramática y teatral, en la que, bajo un hábil juego entre luces y sombras, se describen las figuras y devienen las formas.
El testigo que toman Scheroff y Rosselló en “Pesadilla Barroca” es complejo en tanto que no se trata “simplemente” de reinterpretar el Barroco, sino de articularlo, coherentemente, cuatro siglos después, planteándose el cómo dar respuestas a la pregunta: ¿cómo pintaría un artista barroco si viviera en la actualidad? El Barroco lleva implícita una ruptura, por lo que replicarlo completamente o calcarlo, paradójicamente, sería poco barroco. Scheroff y Rosselló indagan en los procesos, en las técnicas y en los modos barrocos, para exponerlos a la intemperie de la con- temporaneidad.
Del diálogo que llevan a cabo Miguel Scheroff y Francesc Rosselló, emana una sinergia provocada por una serie de contrastes. Por una parte, la voluptuosidad de la pincelada de Shceroff, con gran carga matérica, en coherencia con una expresividad sobrecogedora, una gran profundidad de plano y una escala cromática bastante viva. Por otra parte, la pincelada más homogénea, definida y sugerente de Rosselló, en una superposición de dos planos delimitados y una gama cromática más tenue y sutil. Unas sinergias que surgen bajo una escenografía muy concreta: cuatro grandes formatos acompañados de piezas de medianas y pequeñas dimensiones van configurando la sala expositiva de la galería, en cuyas paredes, además de las obras, también aparecen pequeños trabajos murales (pudiendo evocar a los grandes frescos italianos).
La convivencia entre lo mitológico y lo religioso tuvo una especial relevancia en el Barroco. Lo pagano y lo sacro emergían casi en un mismo plano, con un poder evocador muy similar (cabría resaltar la coetaneidad de la escultura de Bernini “Apolo y Dafne”, 1622-1624, y la talla de Juan de Mesa “Jesús del Gran Poder” ,1620). En “Pesadilla Barroca”, respondiendo a la vigencia de lo contemporáneo, se desdibujan los límites entre lo sacro y lo mitológico, coexistiendo referencias religiosas, mitológicas o meta-artísticas y otras que provienen de la iconografía de la cultura mi- llenial (de la que ambos artistas beben). Unas referencias que abarcan desde Rubens o Miguel Ángel, a una iconografía, aparentemente más canalla o gamberra, pero que indudablemente se integra en un ideario común actual, conformando una mitología contemporánea. En la sala tam- bién aparece, tanto explica como implícitamente, numerosas alusiones a las vanitas, cuya pre- sencia en el Barroco fue esencial.
Y es que, en el Barroco, como decía anteriormente, se comprendió que la luz era una consecuen- cia de la oscuridad y viceversa. Una concepción cuyo calado abarca hasta los planteamientos existenciales de la época, pues la vida no se comprendía sin la muerte, ni el bien sin el mal. Esta dualidad se refleja a través de las alegorías representadas en las vanitas, un memento mori mediante el que se nos recuerda que los placeres mundanos tienen un fin, la muerte. En época de pandemias, hambrunas y guerras, mantener vivo ese sentimiento de cercanía respecto a la muerte, más que suponer un tormento continuo, podría suponer una apología pasional y radical a la vida.
“El sueño de la razón produce monstruos” Francisco de Goya
Salvando las distancias, “Pesadilla Barroca” emerge de un contexto ligado a la pandemia que vivimos actualmente, donde de forma extraordinaria, nuestra sociedad convive con la enferme- dad y la muerte desde la cotidianidad. De nuevo parece que nos encontramos ante el devenir de un nuevo mundo. En este entretanto, emergerán monstruos, no sabemos si serán de los que nos hablaba Gramsci o a los que se refería Goya con su “capricho” más conocido “El sueño de la razón produce monstruos”, pero lo cierto es que de esta quimera, de esta “Pesadilla Barroca”, los monstruos que emergen nos invitan a seguir soñando, a seguir viviendo.
Guillermo Amaya Brenes
Miguel Scheroff (1988, Navas de Tolosa, Jaén).
Francesc Rosselló (1994, Mallorca)