POEMAS INCENDIARIOS

Paco Pérez VALENCIA

14.12.23 - 10.02.24

Paco Pérez Valencia acude a la palabra y la imagen en estos “poemas incendiarios” que  flamean, crepitan sobre un fuego anterior, queman sobre quemado, intentan recuperar la identidad mutilada por supervisión y desfigurada, con anterioridad, en las piras y crematorios de los organismos oficiales. Si el incendio intencionado es un crimen, definido por ley como la destrucción ilícita de alguna propiedad  por medio del fuego, estos poemas incendiarios son criminales. Entre otras cosas, porque son aceleradores para la combustión y la cremación del mito. Qué proceso puede devastar la eficacia de los mitos contemporáneos (la velocidad, los idolomorfismos, la publicidad, la virtualidad) sino su reconversión al fuego. Tenemos que proteger un mundo donde una bocanada de aire te incinera por dentro. 

 

Estos “poemas incendiarios” son un trabajo de madurez, de una sinceridad y eficacia desgarradoras. Estamos, por tanto conviene resaltarlo, ante un trabajo de determinación y claridad abrumadoras. El expresionismo de la mancha percute en los collages con rigor analógico (es decir, con imágenes análogas al mundo) que inquieren sobre la contingencia, el dolor, la emigración, la muerte, las aguas negras, el corazón negro del marinero o el refugiado que se enfrenta al océano de la incerteza. Me he permitido el ejercicio de vincular los títulos de las obras de esta exposición sin ninguna agregación, tan sólo la disposición de los mismos, para subrayar la cohesión narrativa y el lirismo apocalíptico de este proyecto. Apocalipsis en el sentido griego de ‘revelación’ (apokálypsis). La unidad discursiva que presentan queda de manifiesto, al punto de generar un inquietante y “revelador” poema:

 

Y si la muerte aparece una sola vez, eso es nada, no hay más Dios que el hombre y Sade es su Profeta.  Así me iré inmortal como un marino viejo, como un último poeta, como si la vida no importase, como si me fuera la vida en ello, urgente lentitud. Así será el fin: el mar de los refugiados, tarde lenta-noche, noche transfigurada, luz indecisa, mis buenas estrellas, mi lugar en el mundo, mi absoluto fracaso, del fracaso que todo brazo reclama; arena negra para Sade. 

 

Mi lugar en el mundo, mi teatro del mundo, mis buenas estrellas, todos los que me importan. Pleno de vida no quiero empezar nada que no sea necesario, soy violentamente imaginativo, es un placer vivir entre las ruinas de un sueño la impunidad, la rebelión de Atlas. Lo que nos queda por hacer, suspiro por un día largo… Moriré con una canción, luces enfermas pero bellísimas, como si la vida no importase, así me iré inmortal, cuidaré de ti, llegaré hasta ti, soy tu fuego.

 

El autor define su trabajo como pasquín, es decir, como un conjunto de escritos o dibujos breves de carácter crítico que se muestran en un lugar público con la voluntad de generar relato, resistencia, movilización. Agitación, en suma, que repugna modelos de fermentación política. Y lo hace de forma brillante, con mensajes de incandescente cortedad implementados con superficies empastadas ejecutadas con fiereza en algunos casos, con expresiva tranquilidad y disposición en otros. El imaginario que recorren sus imágenes va desde: mitos de adolescencia (Farrah Fawcett), territorios carbonizados, paisajes de escoria y lava robustecidas, consolidadas (Pompeya), el cine negro, las imágenes de Carol Reed y el inquietante (Orson Welles) del (Tercer Hombre), registros icónicos y modales que según Gilles Lipovetsky conforman (La Tercera Mujer), imágenes mapplethorpeanas, con los modelos de conformación homoerótica y escultórica y la mujer virago (Lisa Lyon), y el mar, la mar, los mares, que los griegos consideraban ya una parte legible de la patria.

 

Hay un apartado pictórico en esta muestra de colosal envergadura, no ya por el gran formato de algunas de sus obras, que sin duda impresionan, como por su carácter simbólico. Se trata de las pinturas sobre velería náutica. Estas superficies son rotundas y conmovedoras, de un lirismo elegiaco, velas de tela, kevlar o carbono, ajenas a su impulso motor, elevan el significado del empaste, del color y la materia. Velas de capa, aerodinámicas, soportes de una fuerza impulsora y propulsora hacia adelante, son, ahora, gastadas y faldonas, soportes de la pintura que se adhiere a sus pliegues y costuras. Velas prescritas y olvidadas, recogidas en el puerto pesquero de Sanlúcar de Barrameda, adquieren una vez desechadas un nuevo aprovechamiento, una nueva laboriosidad que salvaguarda, de alguna manera, la memoria de sus trayectos, custodian el velamen y el volumen de los vientos sobre este proyectado. En una de estas velas la palabra “Melancolía” resalta escrita sobre grafías negras, como una tabla de mareas o un mapa de altura de olas significantes u olas de viento.  Sombría, inquietante, soberbia es la mancha de “Así será el fin”, el corazón de las tinieblas conradiano, ¿agua o bilis negra? como antiguamente se designaba, se diagnosticaba a la melancolía considerada una enfermedad del espíritu. Pinturas estremecedoras que muestran ese mar profundo de vísceras ennegrecidas que es superficie calma o cementerio. Una especie de ejemplarismo, teoría según la cual las cosas de este mundo son copia o sombra de realidades arquetípicas o ejemplares. 

 

Se encuentran como hemos visto muchas referencias en este proyecto, el incendio, la muerte, la virtualidad, el mar, el cine. La primera relación de las obras de Paco Pérez Valencia con el cine  me trasladan al film de Godard “Número 2”, no tanto por su perturbadora meditación social, la conflictiva relación de uno y dos, o la liberación tiránica del uno,  como por la idea godardiana de que la creación sólo tiene lugar en una segunda obra, de forma que el director francés rodó todas las demás películas con el objeto siempre de hacer esa segunda filmación. Hay algo, igualmente, en estas imágenes del autor sanluqueño, que nos prefigura esa segunda creación, la forma compulsiva, descarnada, por tanto excesiva, de cubrir ese vacío que busca la presencia del otro, lo completamente otro, otro lugar. “Dibujo, ausencias, vacíos, la nada” reza una de las obras de Pérez Valencia con ecuanimidad estoica. El estar vuelto hacia lo incierto, era para Heidegger, el modo existencial de la vanguardia solitaria y Pier Paolo Pasolini, otro de los integrantes del imaginario de estos “Poemas Incendiarios”, expresaba: Si soy independiente, lo soy con rabia, dolor y humillación. No me caracteriza ser apolítico ni tampoco independiente me caracteriza la soledad. Estos dibujos, estas pinturas, estos pasquines están resueltos desde esa soledad intercesora.

 

Sade y Pasolini fueron apenas entendidos, sobrepasados por sus leyendas en su mayor parte fantaseadas, no saber de ellos es peor que olvidarlos. Pasolini decía: cada vacío de mi saber es un vacío del cosmos y allí reside él, no invisible, no, ¡nunca visto! Aún hoy, en las reposiciones de sus películas el público abandona la sala asqueado o indignado antes de que estas concluyan, con fundamento se preguntaba: ¿Qué comunico, si ya no comunico, si a fin de cuentas nunca he comunicado más que el placer de ser lo que soy? Pérez Valencia intersecta la vida desde una disciplina afín, con la misma ética del escuchar prerreflexivamente, desde la soledad hacia el afuera como una totalidad, un advenir. A sabiendas que lo por venir se encuentra dominado por la utilidad, y que el arte en su totalidad será valioso en la medida que se distancie respecto de lo “necesario”. Así sus trabajos no son urgidos ni emplazados por fuerzas interesadas. La atopía ante las sensaciones, las emociones, el “natural” resuelto desde la hipersensibilidad de lo experimentado, aun sabiendo que toda experiencia es cultural, son propias al pintor sanluqueño. Pérez Valencia se comunica con asombro. Para Platon el principio del filosofar (Zaumazein) es el asombro. El camino ya está abierto hay que  “Transhumanar y organizar dirían los restos, turbados por la feroz violencia del crimen, por el ensañamiento, del poeta en las arenas negras de Sanlúcar, perdón, de Ostia. Algún día alguien contará todas esas vidas. Para entonces las biografías serán repentizadas; urgente lentitud. 

 

Dionisio González

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies