TOYS AND TOOLS

Tanto es así, que el propio Miguel Ángel reconoce delegar la finalización de sus piezas a la voluntad del proceso, en el que el lenguaje lo impriman los materiales y la manipulación de los mismos, seleccionados en base a su bagaje emotivo. Para justificar esta mediación, el artista construye artefactos funcionales, a caballo entre el juguete y la herramienta, de los cuales surgen nuevas piezas que no solo enriquecen la exposición sino que generan una conexión literal entre todas las obras, germen en última instancia de estirar el proceso hasta el límite de difuminar la responsabilidad del autor. Una metodología en la que nada está dispuesto al azar, cada paso, aún condicionado por el anterior y la realidad de sus materiales, queda perfectamente justificado en el siguiente, de tal manera que no puede sobrar ni faltar nada, hasta el punto en el que muchas obras surgen de la reconstrucción posterior de trabajos anteriores. Desarrollo ligado a la memoria en su vertiente nostálgica; al igual que un color o una forma le lleva a la otra, los residuos de una pieza le conducen hasta la creación de otra obra, incidiendo en ese proceso orgánico de creación que corre en paralelo a la acción de recordar, hasta llegar a la obra final. Valga como ejemplo aquellos artefactos productores de obra o las piezas que aparentan bocetos sin serlo, sacando a la luz la compulsión de un mecanismo personal que no le permite exhibir ese boceto como tal, sino que se ve obligado a pasarlo a limpio como procedimiento necesario para que pueda formar parte de la exposición final. Madera, papel y colores básicos para jugar con la austeridad como lenguaje universal donde el ángulo recto de Mondrian muta en estos materiales primarios reconocibles por todas y todos. Pero, en este caso, sus objetivos distan mucho de la regularidad absoluta de formas perseguida por el neoplasticismo, sino que responden más bien a todo lo contrario, la necesidad terapéutica de hacer lo que hace, conectado directamente con su infancia. De esta manera, Miguel Ángel toma el camino largo para universalizar su relato, donde azules, rojos y amarillos, por ejemplo, no tendrán los visos teóricos de Kandinsky, sino más bien las referencias vitales que asocian el color a la memoria individual y colectiva, como quien recrea aquel juego de construcciones su infancia.